Cines de los 80s



Apenas recordé aquellas épocas gracias al refrito de Juegos Diabólicos. Rogué y rogué para que me llevaran al cine a verla pero en esos años de verdad cumplían con las reglas de edad. Se me fueron películas sin ver como Alien, el octavo pasajero, Mad Max y muchas más, incluyendo la única y original Poltergeist. Además que mis padres no me dejarían verla ni aunque tuviera la edad, siempre me decían que con esas películas el demonio se acercaría a mí. Snif.

El caso es que aquellos recuerdos llegaron como si hubiera ocurrido ayer. Estar parado ahí, en la fila para comprar los boletos en el cine Futurama de la colonia Lindavista en el DF. Sufrías del viento frío que se colaba en esa explanada que te protegía de la lluvia pero permitía de una forma más que perfecta que el aire circulara como si quisieras volar un papalote. Ya congelado y constipado compraban tus boletos que eran iguales a los que te dan los camiones urbanos cuando los exiges. El nervio de entrar a ver una película anunciada y que deseabas ver como ET el extraterreste o Indiana Jones y los cazadores del Arca Perdida se incrementaba al ver todas las chucherías que vendían en pequeños puestos en esa misma explanada. El látigo de Indiana, su sombrero, el muñeco con el arca, todo lo relacionado a la pelí. Lo que más me vino a la memoria de esas ventas fue cuando vi El Imperio Contraataca, de la Guerra de las Galaxias. Vendían las espadas láser que se encendían en luz las cuales por supuesto no me compraron, pero fue increíble ver en el interior del cine las luces verdes y rojas de las espadas.



¡Los antojitos! los sopes, quesadillas, tacos que vendían sobre la acera. En la adolescencia acostumbraba comprar unas hamburguesas al carbón, una coca y meterlas al cine. Sí, ya sé que apestábamos la sala con el aroma a hamburguesa pero nadie decía nada.

Recordé a los monitos que te alumbraban el camino con sus lamparitas por unos módicos pesos. El cine era tan grande que subías por escaleras para llegar a los balcones o entrabas por la principal para ocupar un lugar en la parte baja y central, donde todos los niños corrían hacia la pantalla y jugaban hasta que la función comenzaba.


Películas como Ben-Hur, Los Diez Mandamientos, Robocop, Karate Kid y Furia de Titanes las disfruté en esos cines. La última que recuerdo ver en uno de esos cines ya extintos fue Robin Hood, el príncipe de los ladrones en el cine Diana donde al salir, en un puesto sobre la acera, compré un muy buen libro.

De la dulcería todavía recuerdo la copa de helado, famosa pues era en los cines donde únicamente la encontrabas. Era una copa de plástico rellena de helado de vainilla con un fondo de mermelada de fresa y cubierto por chispas de chocolate. ¡Delicioso!



Tenía sus áreas de fumar, unas salas pequeñas donde podías echarte tu cigarrito sin que nadie te molestase. En esos ayeres teníamos muy arraigada una cultura de tolerancia más fuerte que la de ahora. No fumabas y tolerabas al que lo hacía porque era su espacio y su derecho. Además nadie te molestaba con la luz de su celular pues no existían. ¿Querías hacer una llamada? pues tenías que salir del cine a los tres teléfonos de monedas que se encontraban a lado de la caja.

¿Alguna vez visitaron el cine Lindavista? Era un castillo y todo el tema era de Disney. Era un cine diseñado para niños y todos los estrenos y re estrenos eran infantiles. Ahí vi todas las de Disney, todas, incluyendo como diez veces Fantasía. Entrabas en el área de dulcería y esperabas en las escaleras a que abrieran las puertas de la sala, mientras veías enlelado las imágenes del Pato Donald, Mickey, Daisy y demás que descansaban en las paredes.



Una vez me fui de pinta en la secundaria y terminé con un amigo en el cine Palacio Chino, que era el único que en las matinés aceptaba a estudiantes, y con mochilas, y vimos una película de miedo, algo de las profecías del fin del mundo. Podía decir que fácil nos encontrábamos en el cine muchachos de cien diferentes escuelas fácil de identificar por el uniforme.

El olor de las palomitas con el cigarro, la comida y los dulces, junto con la mezcla de olores humanos daban un mix que cada vez que entrabas al cine y lo olías sabías que te la ibas a pasar muy bien. ¡Viejas épocas!



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