La Bruja Maruja

Érase una vez, en el lejano reino de Ungbutu, una hermosa princesa nació y el reino celebró con entusiasmo este evento. Pero en el bosque encantado, dentro del olvidado y sucio palacio oscuro, la bruja Maruja gritaba y arrojaba piedras contra la pared debido a su enojo.


-¡No! Ahora que se acerca el momento de que yo me convierte en reina, no permitiré que una chiquilla me lo arrebate. ¡Jamás!. –gritaba la bruja.

Un ogro, de gran tamaño, con piel verde, enormes brazos y piernas escuchó las malvadas palabras de la bruja, y resentido ante el mal trato y los gritos de su ama, corrió hacia el interior del bosque encontrándose con un búho.

-¿Qué sucede Belofonte? –preguntó el búho al ver la cara de asustado del Ogro.

-Querido amigo, que he escuchado a la terrible bruja, y planea deshacerse de la pequeña princesita.

-Eso sería un crimen. Atacar una niña indefensa todo por ambición, es inconcebible –el búho estiró sus largas alas y antes de emprender el vuelo continuó-. Pero no te preocupes amigo, no estará sola. Yo me ocupare de su bienestar y tú distrae a la bruja.

El ogro corrió al interior del castillo, que era tan viejo que a cada pisada del enorme ogro, paredes, puertas y techo se venían abajo.

La bruja, con su varita mágica paralizó al Ogro con un hechizo.

-Te lo dije mil veces Belofonte. Tienes prohibido entrar al castillo. Mira lo que has hecho –señaló los montones de piedras y escombros que habían quedado sobre el suelo en el camino del ogro-. Lo que tienes de grande lo tienes de tonto. No vuelvas a entrar o te convertiré en un horrible sapo.

El ogro, con gran esfuerzo giró sus ojos y observo al búho volar a través de la ventana, a pesar de estar inmovilizado, sonrió al tener la esperanza de salvar a la pequeña princesita.

***

Diez años transcurrieron, y el reino desolado ante la repentina desaparición de la futura heredera al trono, se había acostumbrado a tan lamentable perdida. Por fortuna, los seres mágicos del bosque detuvieron la coronación de la horrible bruja para convertirse en reina desatando una larga y terrible guerra entre ella y los habitantes del bosque encantado.

Pero en una cabaña, lejos del castillo donde habitaba la bruja y del reino, la princesa había crecido, amada y bien cuidada por un anciano. La niña, Lucila, era feliz a pesar de tan humilde hogar, sobre todo porque el anciano Alberto le instruía en las artes de las letras, las matemáticas y la música.

En una tarde lluviosa, cuando Lucila observaba a través de la ventana la caída del agua sobre el verde paisaje, a lado de su inseparable perro Tomy, un búho se posó cerca de la rama del árbol más cercano. Con sus enormes ojos la observo y la princesa, sorprendida ante esplendido animal asomó su cabeza para verlo mejor.

El búho aleteó y voló entrando en la cabaña, se detuvo sobre la mesa y agitó sus alas eliminando el resto de agua.

-Mírame, completamente empapado. Al menos tu chimenea da un calor exquisito. –mencionó al colocarse frente al calido fuego.

-¿Puedes hablar? –preguntó la niña abriendo sus ojos con sorpresa.

-¡Claro que puedo hablar! No soy cualquier búho, soy Arnulfo, el cuidador del bosque encantado y gracias a la guerra contra la bruja Maruja me dicen el guerrero emplumado.

El perro se acercó agitando su cola de alegría mientras una gran cantidad de baba le escurría por el hocico.

-¡Tomy! Has cuidado a la princesa durante mi ausencia.

-Sip, he hecho lo mejoj que he pojdido.

La niña miró a su perro diciendo:

-¡Pero tu también!

-Clajo, yo también puedo hablaj, discúlpame poj mantenejlo en secjeto pejo si la bjuja se enteja de tu existencia entonces tendjíamos pjoblemas.

-Que extraño hablas. –dijo la niña.

-Habla extraño –contestó el búho al señalar la macha pegajosa de la baba de Tomy-, por la cantidad de baba que sale de su hocico.

-Y ¿a qué debemos tu visita, gjan guejjejo emplumado?

-Pues que la bruja se ha enterado de Lucila. En la última batalla capturo a Belofonte y le ha hecho hablar con una terrible magia, la cosquilluda.

-¡Pobje!

-Y ahora debemos huir, antes de que venga y atrape a la princesa.

-Un momento –interrumpió desconcertada la pequeña niña-, ¿de quién están hablando?

-De ti. –contestó el perro con un brote de baba espesa que cayo sobre el zapato izquierdo de la niña.

Acostumbrada a tanto babeo, limpió su zapato mientras continuaba:

-Yo no soy una princesa, y de todos modos, si así fuera, ¿qué ocurriría con mi padre? No puedo abandonarlo.

El búho, ya seco y calientito picoteó un pan que descansaba sobre la mesa.

-Mmmm… que rico pan… Querida princesa, desde el día que nos enteramos de que la terrible bruja Maruja quería destruirte, nosotros, los habitantes del bosque encantado decidimos protegerte a toda costa. Encontramos esta cabaña abandonada, y tu padre, el buen Alberto, es un elfo con cualidades anomórficas, que quiere decir, que toma la forma en lo que él desea.

-¿Mi padre es un elfo?

-Tu padje es un valejoso guejjejo –contestó el perro-. El mismo se ofjeció paja cuidajte y pjotejejte.

-Así es –el búho voló a la ventana-, en estos momentos se prepara un gran batallón en las raíces del árbol mágico para derrotar a la horrible bruja, Aquel que los comanda es el mismo Alberto.

-Esa bruja no le hará daño a mi padre, ni a Tomy. Iré con ustedes para ayudarlos a derrotar a esa malvada.

Y los tres, perro, búho y niña salieron de la casa en plena tormenta rumbo al árbol mágico, con la esperanza de derrotar a la horrible bruja Maruja.

***

Dentro del castillo oscuro, en una de sus mazmorras, un ogro yacía atado de pies y manos sobre una cama de madera. Se escuchó un ¡Pluf! Y la bruja apareció a su lado.

-¿Dónde esta esa niña? Dime o te convertiré en un renacuajo.

-¿La niña? –el ogro lloraba suplicando clemencia con su mirada-. Ya le dije en dónde está la princesa.

-Esa cabaña esta vacía –la bruja sacó su varita mágica de entre sus rancios ropajes grises-. Dime en dónde se oculta o te daré otra ración de cosquilludas.

-Ahí debe estar, en ese lugar la ocultamos. ¡Por favor! No lo haga.

***

Mientras tanto, la princesa, el perro y el búho llegaron por fin al gran árbol mágico. Un enorme árbol, tan grande que cien casas podrían ser construidas en su interior, se elevaba orgulloso cual coloso, a punto de alcanzar al sol.

Entre sus raíces, un ejército de miles de animales diferentes se preparaban para la guerra. Leones, lobos, gorilas, elefantes, pericos, gorriones, canguros y demás animales esperaban la orden de salida para guerrear contra la bruja Maruja.

Al frente y sobre una raíz tan gruesa como una serpiente, un hombrecillo verde y de aspecto arrugado, con sombrero de punta y pantaloncillos cortos repartía órdenes a uno y otro lado.

-¡Alberto! He traído a la princesa. –gritó el búho al posarse en una raíz.

-¿Cómo? Estamos en plena guerra y te atreves a poner en grave peligro a la princesa. –contestó el hombrecillo con su voz aguda.

-¿Padre? –preguntó la niña.

Se escucho un ¡Blam! y el hombrecillo se transformó al instante en el dulce ancianito que tanto había cuidado y protegido a la hermosa niña.

-Soy yo hija mía. Discúlpame por no decir la verdad, pero el futuro del reino depende de nuestro triunfo y de mantenerte fuera de las garras de la bruja Maruja.

La niña corrió a los brazos del anciano y lo abrazó amorosamente.

-No importa padre. Pelearé a tu lado y saldremos victoriosos de esta guerra.

Los animales, al ver a la dulce niña y al escuchar sus palabras, emitieron sus propios sonidos de alegría de acuerdo a su propia naturaleza.

Los lobos aullaron y los leones gruñeron. Los pericos y los gorriones cantaron y los búhos ulularon.

El anciano caminó tambaleante y en un abrir y cerrar de ojos cambió su forma en el hombrecillo verde.

-¡Por el reino! –gritó-. ¡Por la princesa Lucila!

Y todo el ejército avanzó saliendo a la luz del sol, alejándose entre los altos pinos y abetos del bosque encantado.

***

Un sonido ronco rebotó en las paredes grises y opacas del castillo oscuro. La bruja detuvo el tormento a Belofonte levantándose de inmediato y montada sobre su escoba voló hasta la parte más alta.

Al frente del castillo, un ejército de animales comandados por un hombrecillo verde se acercaba hacia ella amenazando su poderío.

-Varita, déjame ver de cerca aquella que esta lejos de mi vista. –mencionó y sus ojos se alargaron, cual telescopio observando al perro, al búho y a una dulce niñita caminando a lado del hombrecillo verde.

-Mira nada más. No es necesario encontrar su escondite pues la han traído hacia mí.

Una risa macabra se escuchó en el cielo y agitó su varita mientras decía:

-Tormentas y tempestades. Duendes y diablitos, vengan a mí para proteger mi castillo pues así como es mi casa la es de ustedes –el cielo se cubrió de nubes grises y negras-. Monstruos horribles que acechan en la noche para asustar a los niñitos, vengan a mi lado para pelear contra este ejército.

Los animales detuvieron el avance. Las nubes coronaban al castillo y los rayos golpeaban las largas y delgadas torres.

-¿Qué sucede? –preguntó la niña.

-Es la bjuja –contestó el perro-, segujamente esta convocando a su ejéjcito para que defiendan al castillo.

Al frente, entre el castillo y los animales, de la tierra brotaron cientos de calacas, de rostro feo y largos huesos, y éstos crujían al caminar. Detrás de los esqueletos, gnomos pequeños, gordos y con dientes que brotaban de sus bocas caminaban siguiéndolos.

Diablillos con largas colas, de piel roja y morada, con cuernitos sobre sus cabezas, caminaban jugueteando persiguiendo a los gnomos.

-Son muchos, ¿Qué vamos a hacer? –preguntó el búho.

-Tengo una idea. –dijo el hombrecillo verde.

Tomó un trapo blanco y lo ató a una vara ondeándolo sobre su cabeza. El ejército de la bruja Maruja detuvo su avance, y una calaca, un gnomo y un diablillo avanzaron al frente.

El hombrecillo se detuvo frente a ellos mostrándoles el trapo blanco en señal de paz.

-Señor esqueleto, señor gnomo y señor diablillo, no deseamos en lo más mínimo pelear con ustedes.

-Aléjense si no quieren sentir los golpes de nuestros huesos. –contestó la calaca.

-O las mordidas de nuestros dientes. –contestó el gnomo.

-O el baile de la cucaracha… -contestó el diablillo rascándose la cabeza-, es decir, no queremos que destruyan nuestro castillo.

-Queridos señores –dijo Alberto con una sonrisa en sus labios-, pero si nosotros no queremos destruir su castillo. Lo que deseamos, y es la razón de porqué estamos aquí es que esa bruja horrible y malvada se vaya a otro lugar y nos deje en paz –señaló el castillo de paredes oscuras-. Ese castillo también es importante para nosotros, es un monumento a la magia de nuestro bosque pero esa bruja lo ha descuidado. Sus paredes son viejas y no las ha pintado; los baños no funcionan y ni siquiera las velas encienden de tanta humedad que entra al llover.

El esqueleto, el gnomo y el diablillo giraron para observar su castillo. Tenía razón, estaba muy abandonado.

-Les prometo que nosotros cuidaremos su castillo y le daremos su mantenimiento. Sus paredes brillaran. No entrará la lluvia, ni las cucarachas.

-Eso se oye bien. –dijo el esqueleto.

-Es verdad que esta muy abandonado. –dijo el gnomo.

-Esa bruja Maruja –dijo el diablillo-, prometió que cuidaría nuestro castillo con tal de vivir ahí… y ahora que recuerdo ni la renta ha pagado.

El esqueleto, el gnomo y el diablillo inclinaron sus cabezas y su ejército se hizo a un lado.

-Tienen el paso libre. –dijo el esqueleto.

-Sáquenla de allí. –contestó el gnomo.

-Y le cobran la renta. –finalizó el diablillo.

La bruja, confiada de que sus esqueletos, gnomos y diablillos aplastarían a los animalitos, preparaba una taza de café mientras que con su varita atormentaba al pobre ogro simplemente por verlo sufrir.

-¡Alto bruja fea! –gritó el búho al sobrevolar cerca del techo de la mazmorra.

-No podjás detenejnos.- gritó el perro al mismo tiempo que ladraba y mostraba sus filosos colmillos.

Con un rápido movimiento de su varita, inmovilizó al perro, al búho y a la niña con el hombrecillo verde que se escondían cerca de la puerta.

-Ja, ja, ja… los tengo a todos. Seguramente mi ejército estará aplastando a sus animales en este momento.

Se acercó a la niña y agitando la varita dijo con sus ojos rojos:

-Por fin seré reina. Te destruiré pequeña niña y tu reino será mío.

Pero antes de lanzar un terrible hechizo, Belofonte, el gran ogro, destrozó sus amarres y se levantó gritando de triunfo. Sin darle tiempo a la bruja, con sus enormes manos la sujeto y de poderoso apretón, la varita se rompió, liberando de su hechizo al perro, al búho, al hombrecillo y a la princesa.

-¡Mi varita! Ogro bobo, has roto mi varita.

-Así es bruja mala. No podrás hacerle daño a nadie más.

Y la bruja, succionada por la maldad de la magia que había usado para torturar a las personas buenas, fue arrastrada al interior de un cofre negro. Éste se cerró y se selló para siempre.

Tanto los animales, como los esqueletos, los gnomos y los diablillos vivieron felices en el bosque encantado y en el castillo oscuro, que después de unos meses cambió de nombre por el castillo de la nieve, debido a la blancura de sus paredes.

La princesita reinó sobre sus súbditos con justicia y armonía, gracias a los sabios consejos de Alberto, la ayuda del búho Arnulfo y la excelente compañía del perro Tomy.

Relato solicitado por mi niño para la escuela, con títeres; espero le guste.

Comentarios

  1. Tu niño habrá disfrutado mucho con él, Ahuizolt. El cuento es muy entretenido. Tiene todo lo que se le puede pedir a un cuento: personajes interesantes, la mala malísima, la princesa y todos sus ayudantes, incluso la moraleja: la unión hace la fuerza. Que como mensaje para los niños es uno de los mejores.

    He pasado un rato muy divertido. Me ha gustado mucho.

    Un abrazo.

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  2. Gracias Luisa,
    Además que sirve de entrenamiento para calentar la pluma... jeje.. y así afinar las palabras y las ideas.

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