Recall Recall Recall

 

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Siendo chavales, mi hermana y un servidor nos fuimos de vacaciones con un amigo y su hermana. ¿Pueden creerlo? Tendríamos entre 14 y 17 años de edad, y nuestros padres nos dieron permiso de largarnos de vacaciones. Bueno, nosotros lo manejamos diferente, es decir, yo les dije que iríamos con los papás de los otros y los otros con mis papás. El asunto es que mi amigo tenía carro. Su papá tenía dinero así que en ese entonces estudiaba en una buena universidad y le había comprado un Citation Chevrolet, cómo me encantaba ese auto. Rugía cuando pisabas el acelerador y arrancaba derrapando el asfalto. Mi tía tenía uno igual, de color blanco, y cuando los cines de Plaza Satélite se encontraban en el estacionamiento de verdad que me fascinaba pasar despacito hasta acercarme a la fila de los que compraban los boletos, pisaba el acelerador, sacaba el clutch de un golpe y las llantas rugían que todos brincaban y me la mentaban mientras les dejaba el humo de chapopote.

Como decía, llevamos pocas cosas, siendo jovencillos que no tienen la reverenda idea de nada pues llevamos lo necesario: trajes de baño, shorts, playeras y hartas chelas. Manejamos del DF hasta Puerto Vallarta. Recuerdo que nos detuvimos en Guadalajara, en un centro comercial para comer. Durante todo el trayecto escuchamos un solo casete (cajita delgada rectangular que contiene una cinta magnética donde uno grababa las rolas del momento y que para regresarla y escucharla del principio usabas una pluma introduciéndola por un engrane y la girabas rápidamente hasta que el casete se detenía. Esto evitaba que desgastaras las bandas del aparato o auto estéreo), el de Milli Vanilli. No. Los nuevos esos chafas que disque eran los originales, no. Para mí los buenos. Los dos negros que vestían con pantalones holgados y tenían sus largas rastas que les llegaba hasta la cintura y brincaban como orangutanes cuando bailaban, esos.

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Escuchamos el álbum Milli Vanilli de 1988 All or Nothing completito, fácil unas cincuenta vueltas le dimos al casete completo. Y ahora que escucho nuevamente estas canciones me remontan a ese viaje: Al calorcito, el mar y las palmeras; al estar solitos en el bungalow que rentamos y que no nos preocupaba nada el qué comíamos, solamente lo que bebíamos; a la maldita cucaracha que parecía gato por su tamaño que entró al bungalow y le arrancó el primer grito agudo (de niña) a mi amigo. A la disco que estaba en un hotel y era típica ochentera, la bola de cristales en el techo, el piso de cuadros de color con foquitos debajo y poniendo rolas como Square Rooms, Tarzan Boy, uuy que buenas rolas.

Ahí me aventé mi primera manejada en el Citation en carretera, fue de Guayabitos, una playa muy tranquila hacia Puerto Vallarta, como una hora aproximadamente. Qué buen viaje, nos la pasamos a todo dar. Ya al regreso pues no faltaba el regaño de papá y el de los papás de mi amigo, pero bien valió la pena.

Es increíble como la música te trae recuerdos y estos fueron los míos.

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